No puedo olvidar ese pequeño rayo de sol que penetro aquel día, toda esa cargada neblina que obstaculizó un cambio temporada y, adicionalmente, de página. Era una iluminada línea que determinaba el paso de una etapa de frío a otra que, para nosotros, podía resultar más cómoda. Aquellas hojas secas que dejo caer el pasado otoño, al fin terminaron de volar, dando ganas de que broten unas nuevas en otros árboles. Sí, creo que llegó la primavera.
Recuerdo que a
inicios de año, una de las cosas que mencionó mi mejor amiga acerca del tiempo
y de cómo se divide, es que la gente siempre se enamora después de pasar la
mitad del año; quizás fue una indirecta relación de las tantas que se le
atribuyen a la primavera con el amor. ¿Enamorarse en primavera? ¿Y por qué no?
No creo que solo salga en las películas. Sin embargo, la presente primavera,
definitivamente, no ha sido igual a las demás; a diferencia del resto, le costó
mucho finalizar el invierno, pero ya está, aquella impuntual y tornadiza
primavera ya llegó.
La mayoría de
ustedes pensará que esta primavera, o mejor dicho, que este relato trata de un
nuevo amor; les confirmo que, precisamente, no es así. Si bien sabrán, esta
primavera tocó mi puerta ya estando enamorada; ¿para qué enamorarme? Estoy muy segura que la mejor opción, o lo
que esta primavera quiso para mí fue olvidarte y si de algo me fuera enamorar,
que sea de la vida. Sacar de mi jardín todas las hojas secas que encuentre y
plantar un nuevo árbol que brote unas nuevas, de otro color, otro sentido. No les negaré que un chico marcó el inicio de
mi primavera con ese pequeño rayo de sol y, coincidentemente, esos días de frío
y lluvia marcaba el tornadizo camino con muchos recuerdos que aún no dejaba de
sentirlos latentes. Eso fue lo que diferenció esta primavera de cualquier otra:
el indeciso clima y la dificultad de pasar a otra temporada y, paralelamente,
de página o cambiar de historia.
No es nada fácil
olvidar y sobre todo si recién descubres realmente lo que es estar enamorado,
pero tampoco es imposible; lo digo yo que en serio me costó. Tengo la suerte de
tomar y confiar en todas las señales que me manda la vida y los ángeles que
siempre me acompañan, y transformarlas en incompletas respuestas que solo las
puedo completar yo con los pasos acertados que dé. Una de ellas fue poco a poco
ir recordando lo hermoso de guardar una ilusión, lo increíble de una sonrisa
brindada y la risa que se escapa después de recibir una mirada. Fue ahí cuando
supe que no solo estaba perdiendo el tiempo, también perdía una parte de vida.
Deben saber, si ya no vives lo que anteriormente mencioné, ya no vale la pena
insistir, solo hace falta pasar la página o cambiar de libro.
No sabía olvidar
o quizás ya lo olvidé, lo cierto es que ya debía de terminar con esta inútil
lucha de tratar de recuperar tiempos que no volverán. Puede que nunca te
olvide, pero llegué a superarte y dejar de extrañarte. Hacía falta sacar todo
lo que llevaba adentro, sacar todo aquello que se ocultaba en el fondo de mis
cajones y no me dejaban tener un nuevo orden. No perdí mi orgullo al decir que
estaba enamorada, lo hubiera perdido al seguir insistiendo en algo que ya no
daba. Liberé todo lo que no me dejaba avanzar, saque toda piedra de mi camino
para que no me doliera seguir caminando.
Y es que de eso
de trata la primavera. De una temporada que despeja el camino que tienes por
delante y es tan bello que perderías el tiempo mirando hacia atrás, de una
etapa de cambio para darnos cuenta que no vale la pena seguir coleccionando
hojas secas que cayeron de nuestro viejo árbol y se vuelven mucho más fáciles
de romper. Puede que la primavera te atrape en forma de amor como también de un
nuevo comienzo, pero de alguna u otra forma, te atrapará. A mi parecer, fue una
primavera algo complicada de cambiar, pero aprendí gracias a eso que detrás de
cada nube gris se esconde un hermoso rayo de sol.
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